Estás al frente del ejército romano.
Es el año 218 a.e.c. y tienes a las temibles tropas invasoras de Aníbal a la vista.
Es tu designio divino batirte en sangrienta batalla contra el enemigo. Tienes valientes guerreros a tu disposición listos y dispuestos a entregar la vida por su país.
¿Y qué haces?
Nada.
¡Ataca! - Te ordenan voces desesperadas.
No. En lugar de eso, tienes un mejor plan.
No atacarás directamente sino tu estrategia será de acoso y desgaste. Una novedad para la época.
Los romanos no están felices por lo que te ganas el apodo de “cunctator” – el que retrasa.
Pero los romanos no entendieron la estrategia. No es que no hayas hecho nada.
Sino que tu ataque fue mucho más pensado, atacando las debilidades del oponente con paciencia.
Los emprendedores somos algo así como los generales romanos previos a Quinto Fabio Máximo. Echados para adelante y prestos para atacar.
Pero esa no siempre es la mejor opción.
A veces atacar siempre de frente y abiertamente nos deja expuestos y sin armas para defendernos.
Porque el contraataque puede ser duro.
Conviene serenarnos. Pensar bien las cosas. Analizar si la mejor opción es más bien esperar.
Ya no estamos en tiempos romanos ni somos generales del ejército.
No nos jugamos la vida literalmente en esos términos.
¿Cómo usar la táctica fabiana en la vida diaria?
No tomes decisiones cuando estés de malas o con enojo.
Enfría un poco tu mente cuando quieras confrontar a alguien.
Habla con tu mentor o consejero antes de tomar una decisión.
Analiza los puntos débiles de tu oponente y tus fortalezas.
Dedica tiempo a la meditación y reflexión.
No ceses en tus intentos por conseguir tus objetivos.
Cuando acciones sé preciso en tu ejecución. Evita los titubeos.
No te dejes presionar por los aceleres de los demás.
Practicar el estoicismo y la dilación paciente te puede ayudar a ganarte el apodo de Maximus.
Así que no olvides incluir la táctica fabiana en tu caja de herramientas.
¡Hasta el próximo miércoles!
- Yuban González