No busques la inteligencia en los diplomas.
En mi época Godín, tuve un compañero que si en ese momento me hubieras preguntado si era una persona inteligente, probablemente te habría dicho que no. No lograba entender conceptos básicos o diagramas sencillos. No que fuera lento tampoco, pero había que explicarle con paciencia.
Pero este personaje en particular tenía un alto nivel de energía física. Se movía rápido y socialmente era muy hábil. Hacía amigos con facilidad y era muy asertivo.
Aunque académicamente no parecía haber sacado puros dieces en la escuela, había algo en él que claramente funcionaba. Su inteligencia no era académica, era de acción, de conexión humana.
Eso también es ser inteligente.
El problema de etiquetar a las personas como inteligentes o no inteligentes, es que te priva a ti como manager, de reconocer y aprovechar otro tipo de inteligencias que pueden ser igual o incluso más valiosas en ciertos contextos.
Es posible que si hoy te encuentras con aquellos compañeros de escuela que eran los más aplicados, no necesariamente hoy serán los más exitosos.
Y no porque no fueran inteligentes, sino porque muchas veces les faltaron otras habilidades igual de importantes: inteligencia emocional, habilidades sociales, resiliencia, intuición para tomar decisiones o simplemente calle, como decimos.
Si su inteligencia era principalmente académica, no tiene nada de malo. El tema es que el contexto en el que destacaban —la escuela, los exámenes, las tareas— estaba diseñado para ese tipo de habilidades. Pero una vez saliendo del aula hacen falta otras ‘inteligencias’ para poder avanzar, adaptarse y destacar en los nuevos entornos.
Por ejemplo, si eres ingeniero, qué bueno que los números sean lo tuyo o que tengas la capacidad de diseñar y construir un producto. Pero si eres tímido al pararte frente a inversionistas para que abran la cartera, será muy difícil que tu proyecto despegue.
Por eso la dupla de Steve Jobs y Steve Wozniak en Apple fue tan potente. Cada uno tenía un tipo de inteligencia muy diferente, pero en lugar de chocar, se complementaban. Uno entendía el producto y el otro cómo llevarlo al mundo y hacer dinero.
Y por eso la pregunta correcta nunca será ¿Esta persona es inteligente?
La pregunta real, la que importa de verdad, es:
¿Qué tipo de inteligencia tiene esta persona?
- Yuban.