Me emociono, luego compro.
Como te gusta esto de los negocios y el marketing, ya sabes que hay una frase famosa que dice: compramos con la emoción pero justificamos la compra con la razón.
Muy acertada por cierto.
Mira, el hecho de que tengas hambre, es decir una necesidad funcional y básica, no significa bajo condiciones normales, que comerás cualquier cosa.
Aunque el hambre sea canija.
Yo por ejemplo, si tengo hambre es probable que no me coma un pan porque me colocará en un estado de culpa por consumir azúcar y carbohidratos y todas esas cosas deliciosas pero nada nutritivas, por otro lado, tengo una afinidad con las hamburguesas, ya que cuando era niño viviendo en Estados Unidos, era costumbre que papás y maestros premiaran algún buen comportamiento llevándote a McDonald’s. ¿Es saludable? Tampoco. Pero tengo un apego emocional con esa marca por lo que si he de pecar, lo más seguro es que lo haga con una Big Mac en lugar de una chilindrina.
¿Ves? ya te justifiqué racionalmente mi decisión de ir a las burgers porque no quiero que pienses que soy un glotón que solo come comida chatarra.
Aunque la racionalidad juega un papel, la elección que hagas tiene una gran influencia emocional.
Un vegano por ejemplo, no comerá carne no solo por su argumento racional de salvar la vida a los animales, sino que no va a querer colocarse en una mala posición con su grupo de veganos al cuál quiere seguir perteneciendo porque así somos los humanos. El sentido de pertenencia nos permite sobrevivir no solo físicamente sino psicológicamente.
Y por estas mismas razones emocionales las mamás quieren cocinas bonitas para que los demás vean que es una buena madre y los señores cincuentones que pueden se compran su deportivo rojo.
No, no es precisamente por su excelente consumo de combustible.
Así que, si quieres vender más, no te enfoques solo en explicar lo que hace tu producto.
La razón justifica, pero la emoción decide.
¿Cómo puedes generar emociones para impulsar tus ventas?
- Yuban.