Post-Its pegados en la pared.
Whiteboards con gráficos y procesos.
Una mesa de ping-pong e ingenieros con tenis y playera.
A esto se le llama el “teatro de la innovación”.
Es más una actuación que una innovación real. Es como un show diseñado para hacer lucir a la empresa 'innovadora' ante el público, pero no hay nada sólido detrás de las apariencias. La verdadera innovación va más allá de la fachada y requiere un compromiso genuino para resolver problemas reales y crear un valor auténtico.
No se trata solo de ofrecer comida gourmet al personal; se trata de transformar de manera significativa la forma en que hacemos las cosas y abrazar un enfoque sostenible hacia la innovación.
De acuerdo al autor y experto en innovación Tendayi Viki, hay otros mitos acerca de la innovación que provocan errores y minimizan el potencial de retorno sobre la inversión de las empresas:
No hay ideas malas. Este mito hace pensar que las 300 ideas que surgieron en una reunión son automáticamente buenas y factibles de llevar a cabo. Falso. Para empezar, las ideas sobre las cuáles trabajar deben estar alienadas a los objetivos y valores de la empresa, además, aunque durante una sesión de brainstorming nunca hay que invalidar a nadie, llega un momento en el que es necesario descartar las ideas que no son viables y enfocarse en las más prometedoras.
Es más, aún las buenas ideas no siempre llegan a ese punto de llamarse innovadoras. Si no logran convertirse en un negocio de manera rentable y sostenible, no quedan en más que “una buen idea”.
La innovación es sexy. Es la percepción superficial de que la innovación se reduce a un grupo de emprendedores alivianados que llegan en bicicleta a Starbucks, piden un Café Latte Venti light con leche de almendras sin azúcar, con AirPods a la oreja y MacBooks abiertas. Pero, en realidad, la verdadera innovación es un proceso laborioso que implica un arduo trabajo. La verdadera innovación duele. Muchas veces ni siquiera tenemos nuestros procesos más básicos funcionando con precisión y ya queremos llamarnos innovadores. Esta “imagen” es solo una pantalla.
A las personas innovadoras no les interesa el dinero, sino aportar valor. A veces así lo parece porque eso es lo que leemos en las grandes biografías de figuras como Elon Musk, Steve Jobs et al. Ahí leemos sobre ingenieros que duermen en la oficina tras largas jornadas y comen pizza, porque pareciera que lo único que realmente les interesa, es sacar un producto al mercado que “revolucionará” la industria, sin aspiración alguna de una buena cena en un restaurante, un deportivo de lujo o lograr tener una casa propia.
Toma en cuenta que cualquier persona sana se sentirá frustrada si su trabajo generó millones en ingresos y no son recompensadas adecuadamente por su esfuerzo y sacrificio. Recuerda el punto anterior, la verdadera innovación duele e implica esfuerzo. Las recompensas, incluyendo la compensación adecuada, son una parte esencial de reconocer y motivar el trabajo creativo y emprendedor.
La innovación debe ser un proceso que se pueda repetir y escalar. Debe estar integrada en las estructuras y procesos fundamentales de las organizaciones.
No se trata de Post-Its y mesas de ping-pong; se trata de transformar de manera significativa la forma en que hacemos las cosas y abrazar un enfoque sostenible hacia la innovación.
Este es un tema amplio. Volveremos a tocarlo.
- Yuban González