Estando en el bar, miras a la gente a tu alrededor con tu cerveza en la mano.
Una ligera sonrisa se asoma en tu cara porque sabes algo que ellos no saben.
Ni deben saber.
Una gran idea de negocio que a nadie se le ha ocurrido. Sólo a ti.
→ Un local en renta cerca de tu casa.
→ $45,000 pesos que te sobraron entre ahorros y tu liquidación.
Eso es todo lo que necesitas para que tu mente vuele a la estratósfera del mundo de los negocios.
Ya te viste...
Te apresuras para asegurar la renta del local.
Diseñas tu primer logotipo en PowerPoint y mandas imprimir tus tarjetas de presentación con un error de dedo, pero ese no es problema de la imprenta te dicen, así se los mandaste, ellos solo lo imprimen.
El tiempo, apremiante como siempre, hace sentir su presencia por lo que te llevas a tu mejor amiga y entre cartones de pizza terminan de pintar y acondicionar el local.
Trámites aquí y allá para conseguir permisos, licencias, contratos de luz, y lo más importante, según tú:
El registro de tu marca ante el IMPI.
“Ya nadie podrá piratear mi logotipo” – te dices con satisfacción.
Cuando por fin llega el día de la gran inauguración, tu local se llena de gente: Tus papás, tus amigos de la uni, tus primos de Tlalpan que andan de visita y un par de vecinos curiosos.
Brindan con sidra y botanean con jamón y queso.
Cuando poco a poco todos se retiran solo queda un local vacío, tu humanidad llena de buenas vibras y tu único empleado que te mira con cara de – “¿y ahora qué hago? Tú dime, tú eres el jefe”.
-Suenan grillos-
Todo esto pudo tener un vuelco increíble claro. Tu local pudo estar lleno de clientes nuevos ansiosos por comprar, pero no cuentes con ello.
La ilusión de ver tu negocio en funcionamiento te llenó de emoción durante los primeros días. Imaginaste que, al igual que esas historias de éxito que lees en las revistas, tu emprendimiento despegaría rápidamente, sin embargo, pronto te diste cuenta de que la realidad era mucho más complicada de lo que habías imaginado.
Las semanas pasaron, y a pesar de tu entusiasmo, las ventas no despegaban como esperabas. El local seguía abierto, pero los clientes no llegaban en hordas. Te enfrentaste a noches de insomnio, cuestionando tus decisiones y preguntándote por qué no estabas viendo resultados instantáneos.
Entonces, te acuerdas de aquella conversación íntima contigo mismo en el bar, cuando sonreías con la cerveza en la mano, creyendo que por haber leído tantos libros y escuchado infinidad de podcasts de negocios, ya tenías la clave del éxito.
Ahora, te das cuenta de que "la clave para conseguir riqueza es ser tu propio jefe” no era tan fácil como parecía. Es tan solo un mito.
Este mito simplifica en exceso la complejidad de llevar una idea a la realidad de forma exitosa y sostenida. Si bien emprender puede ser gratificante, también conlleva riesgos y desafíos significativos.
Porque hasta el momento de la inauguración todo es relativamente sencillo.
Engorroso tal vez, pero sencillo. Casi cualquiera llega ahí.
Lo difícil es:
Diferenciar tu oferta y destacar entre tanto ruido.
Soportar la indiferencia de los que crees serían tus clientes.
Administrar bien el dinero al crecer.
Negociar con proveedores.
Dirigir empleados que preferirían estar en otro lado.
Lidiar con la incertidumbre.
Luchar contra la complacencia y la mediocridad.
Gestionar el estrés y la presión constante.
Despedir a alguien.
Superar el miedo al fracaso.
Aprender de tus errores y fracasos sin dejar que te desanimen.
Mantener la moral y la productividad del equipo durante tiempos difíciles.
Adaptarse a cambios tecnológicos y digitales constantes.
Mantener una visión a largo plazo en un mundo centrado en resultados inmediatos.
Hacer tu negocio rentable y sostenible en el tiempo.
Y las preguntas sin respuesta:
¿Es este realmente mi camino a seguir?
¿Habré tomado la decisión correcta?
¿A quién acudo por ayuda si mi círculo cercano esta igual de perdido o más que yo?
No olvides el lema secreto de los emprendedores:
No hacemos esto porque es fácil, sino porque pensamos que sería fácil :-D
Si bien estos desafíos pudieran parecer abrumadores, no estás solo. Muchos han enfrentado circunstancias similares y han emergido triunfantes.
Cada reto superado, por más abrumador que parezca, es un peldaño hacia la construcción de algo significativo. Cada error, cada dificultad, son lecciones que te acercan un paso más hacia tus objetivos.
Recuerda que no se trata solo de construir un negocio, sino de construirnos a nosotros mismos como emprendedores, aprendiendo, adaptándonos y evolucionando en el proceso.
Por eso te comparto estas lecciones, porque si ya decidiste que este es tu llamado, entonces es momento de comprometerte con todo.
Porque sí hay esperanza.
La esperanza eres tú.
Porque al estar aquí leyendo esto te has propuesto hacer todo lo posible por ser esa persona que estás deseando ser.
Y también es posible cambiar las historias de fracaso y construir empresas trascendentales que solucionen los problemas más apremiantes de la sociedad.
Y créeme. Sí es posible. Lo he visto.
Todo empieza con esa idea y un valiente emprendedor que decidió ponerse a construirla en lugar de platicar sobre ella.
Agradezco tu compañía a lo largo de estos dos años, 50,000 palabras y 101 lecciones de negocios.
Pero esta historia aún no termina.
Estaré pronto de regreso para compartirte aún más lecciones y más aprendizajes con el anhelo de que tu camino empresarial, sea menos pedregoso que el mío.
Recibe un fuerte abrazo y mis mejores deseos de que el 2024 represente para ti, tu familia y tu equipo, un año de abundancia económica, logros y salud.
- Yuban González